miércoles, 18 de febrero de 2009

VIVIENDO


Mañanas aclarecidas lento y con el apagado de los grillos, luces que dan paso a la otra, amarilla, fulgurante.
Ella ya se puso el delantal que recogía para el alimento del gallinero. Pasos cortos seguros que la llevarían luego al chiquero para su diálogo diario con el más pequeño, el bebé rosado, mimado y de ahí el primer mate que no dejaría de estar en la mano en lo que restara del día.
A la vuelta de los hombres, seguirá la comida frugal del mediodía, rápido, casi sin palabras y una medio dormida debajo de los árboles hasta rumbear al campo otra vez La tardecita los verá regresar sudorosos, con el trabajo hecho, las arrugas alrededor de los ojos que les regaló el sol fuerte de todos los días de todos los años.
Escuela no, mujeres alguna que no fuera ella, tampoco, salvo cuando el Tulio trajo a la Damiana que se quedó hasta que le nació el Román y en noche oscura desapareció tragada por las sombras.El Tulio tiene la pared de la pieza compartida, empapelada con la cara de Román y todito azul y amarillo...
Ella alguna vez pensó cómo hubiera sido si luego alguna pollera revoloteara en las casas, pero ninguna apareció. Los muchachos eran retraídos.
La cena los juntaba en la mesa, donde las edades eran disímiles. El Román cada tanto le clavaba la mirada y ella esquivaba el bulto siempre.
Días iguales con domingos con las cuerdas que lloraban baladas camperas.
Las horas pasaban con lentitud de reloj viejo, los años volaban y achicaban los ojos. Las manos se le hicieron temblorosas y las piernas apenas le aguantaban su cuerpo como las ramas del roble fuerte del fondo.
Pero ella sabe que para el veinticino, le harán una cuereada, hará tortas fritas y...bue...los 100 años que cumple se lo merecen.

LA CUESTIÓN

El aire agradable vuela los cabellos y cada tanto saco el mechón sobre mis ojos.
Parada en la puerta de la Salita trato de noser pez fueta del agua.
Sus ropas, las de ellas son sencillas como las mías, pero diferentes, algo las distingue, conozco el porqué.
Adentro, enla sala de espera las mujeres con sus chicos, todos con la idéntica mirada, hueco profundo negro a la búsqueda y encuentro de respuestas, me observan. Me incomodo. Me gustaría sentarme entre ellas, mostrarme semejante, una par, una más. No lo soy. Soy distinta. Mi origen de clase media, el acceso a estudiar, las posibilidades.
Vuelvo a mirar la platea de ojos carentes. Desde un triciclo me mira Emerson, con sus dos añitos, bolivianito hermoso, cara redonda.
Toco su cabecita. Ella desconfía hasta que sus labios emiten una sonrisa.
Me voy, la vida me espera. Dejo atrás otras que no puedo solucionar a mi antojo. A no ser...
Es la cuestión