viernes, 23 de octubre de 2009


POR LA ESTACIÓN LACROZE

Estaba sentado en el banco de la estación del tren y su cabecita volaba. Se le mezclaban las ideas ¿Cómo ponerse en la piel de los grandes? ¿Cómo los grandes no lo entendían? ¿Por qué le pasaba todo a él? ¿Por qué perdió la plata, justo la que tenía para comprar la entrada para el partido?
Había buscado por toda la casa hasta donde nunca podía haberla encontrado. Pero esta suerte maldita. Estaba seguro que Luisito iría. Aunque perdiera la plata Luisito iría, a él se la volverían a dar. En cambio, su padrastro ya le había advertido. Por esta vez, nene, no te hagas ilusiones de que te voy a dar otra vez, le dijo. Iba a ser así. Desde que su mami no estaba más la vida se le convirtió en imposible. No tenía plata para nada. Iba al colegio caminando. Claro, las otras, en coche. Eran nenas, el padre de ellas decía que tenía que cuidarlas. ¿Y a él quién lo cuidaba? ¿De qué había muerto mamá? Nunca lo supo. A papá se lo había llevado el tren cuando se salió de la vía y chocó con otro.
Nicolás seguía enojado, pensando en sus padres, en el dinero perdido y esperando el tren de la tarde que suponía se llevara a su papá.
¡Cómo tarda hoy el tren! ¿Habrá chocado?
Cuando el tren pasaba, Nicolás lo saludaba con las manos y se hacía ilusiones. Un día se iría bien lejos, total papá se había ido con el tren.
Pasó el tren. Bajó tanta gente que casi lo tocaba para salir de la estación. Se fue el tren .Se fue la gente. Se levantó del banco como todas las tardes, hoy, enojado y triste a la vez. Igual con el deber cumplido, el de saludar al monstruo que algún día lo llevaría lejos.
Se levantó para irse. Al llegar al molinete, estaba en el suelo una billetera negra. Dudó en levantarla. Nadie lo miraba. Se decidió. La levantó. La abrió. Fotos, un nombre y una dirección.
José Fontana, Constituyentes 3245. Caminó despacio, cruzó la vía por el puente, enfiló a Constituyentes, 3.000, 3.100, 3.200. Acá, 3.245.
Tocó el timbre.
José salió a la puerta.
El mismo de la foto
Nicolás entró en la vida de José.


miércoles, 21 de octubre de 2009

ELIGIÓ BELGRANO



...esta sala de espera sin esperanza,
estas pilas de timbre que se secó...
J.Sabina

Solía tenderse un rato en el patiecito, para sentir cuando salía, la caricia del sol de la mañana. Formaba parte de su ritual. La ducha confortante después si tenía alcohol para el calentador, el jarro de mate cocido para refrescar su garganta, la elección de su escaso vestuario y salir a la vida.
Era todo lo que precisaba para armarse y tener ganas de sacar fotografías puerta por puerta. Aprendió el oficio viendo. Empezó con una camarita prestada. Cuando pudo se compró una, no como las modernas, pero era pasable. Revelaba las fotos en casa del primo Roly que era quien le enseñaba todo lo que sabía.
Esa mañana el calor la aturdía, las ropas se le pegaban al cuerpo y ella tarareaba…esta sala de espera sin esperanza, estas pilas de timbre que se secó… ¡Como le gustaba Sabina! Jamás podría ir a escucharlo cantar. Tenía tanto que pagar con lo que ganaba con las fotos, que la compra de una entrada para verlo era una utopía por demás estúpida.
Decidió ir por Belgrano. Bajó del colectivo en Cabildo y Juramento y enfiló para las Barrancas. Nunca había visitado ese barrio. Medio chetón, se dijo mientras caminaba por 11 de Setiembre. Las casas eran señoriales.
Al toque del tercer timbre, los tres negativos, la señora no está, la señora no puede atenderla, estoy sola…ya quería volverse. Pero se acordó que tenía que pagar la luz y Vero estudiaba de noche, no fuera cosa que se la cortaran.
Se volvió hasta la plaza con una iglesia imponente, redonda, al lado de una confitería con mucha gente al sol y plagada de palomas. Le hubiera gustado sentarse y tomar un café repatingada en los sillones que ostentaban confort. No se sentó. Se mintió que las palomas picoteando las mesas eran asquerosas, igual no tenía plata. Mejor echarles la culpa a las palomas.
Volvió por O’Higgins y de un remise bajó una chica, una chica joven como ella, melena rubia al viento, con unas botas impresionantes, cara enfurruñada, empujándola, con apuro, sin mirarla. Corrió, voló, desapareció por Juramento.
Yessica, con sus jeans gastados, su pelo bien corto, el cuerpo chiquito y la cámara apretada a su pecho quedó tambaleando por el envión recibido.
Se recuperó enseguida, para eso iba con sus zapatos chatos. Miró alrededor. No pudo compartir miradas. Ni siquiera con el perrito que pasó ligero.
En el encontronazo se le había caído la carpeta con las muestras. Se agachó y dos hojitas sueltas al lado de su carpeta la miraban con insolencia.

El sábado fue al Gran Rex con Vero a ver al Sabina de su corazón.

lunes, 19 de octubre de 2009

UN SÁBADO A LAS 12


Juan y su ternura de siempre dormían bien profundo en la habitación que quería ser de momentos un taller de plástica y se había convertido en depósito de cajas, ropas, cuadros y pinceles.
Todo por la construcción del nuevo departamento de arriba.
Atendió el timbre por la ventanita y el muchacho sabatino que medía el estado del gas la saludó con la simpatía acostumbrada. Eran las 12. Hacía frío. Tomá las llaves. Ya salgo.
El medidor del gas estaba en el garage con el de la luz. Casa antigua. Medidores adentro.
Salió. Él, agachado le apuntó con la linterna y su sonrisa. ¿Tiene algo encendido? Hay pérdida. ¿Vio la cuadrilla? Es en la manzana.
Sí, la estufa. ¿Paso como el sábado pasado?
Entraron juntos. Detrás uno flaco, el inspector, y otro con un aparatito tipo celular antiguo. Déle esto a mi compañero, si no, no va a medir nada.
Nene ¿era el de siempre, no? Tu compañero te manda

La mano en la espalda del compañero, un tranquila ya está ¿eh?... Supo que estaba jugada.
Ni una mirada, tampoco un ademán violento, menos un arma. Sólo, cantá la plata. ¿Dónde tenés la plata?
Un baldazo de parafina le cubrió el cuerpo y recordó la promesa hecha el sábado anterior. Que viniera a cambiar el medidor ¿? el martes, que tendría “platita”. Tendría 300 pesos y les daría una propina.
Cantá la plata. Plata no tengo. Estiró las dos manos. Tomá las alianzas. Ahí se fueron las alianzas de 49 años y el anillito de los nietos.
Eran tres. Tres hombres y seis manos ligeras. Revolvían cajones, dedos de pianista, las ropas del placard amontonadas sobre la cama con los bolsillos dados vuelta, los zapatos por el suelo.
Delicadeza, firmeza, seriedad. Cantá la plata.
Apareció Juan, ojitos y mejillas coloradas y el miedo que se le caía de la cara.
Mirá, estoy enferma, dijo, tengo que tomar una pastilla. Tomala. No tengo agua y le mostró el vaso vacío. Te traigo. Y trajo un vaso con agua del baño. ¡Mucha enfermedad y fumás!
Del cajoncito de la mesa de luz que abrió para sacar la pastilla, un viejo atado de Ritz, con cuatro puchos, recuerdos de él, bromazepán y clonazepán para un ejército, asomaban bailoteando en la bocaza de una ballena de Puerto Madryn. Ésos son de mi esposo que murió. Bueno, callate que me ponés nervioso. Cantá la plata. Es una entregada. Muchacho, plata no hay. El que entregó, fue al cuete.
Los 200 pesos sobre la mesita de luz, de los que pensaba sacar para la futura propina desaparecieron sin que se diera cuenta.
Ahí abajo, en esa bolsa de papel colorado están las alhajas de mi hija de los quince. Dame la bolsa de oro. No es una bolsa de oro, son las cosas de mi hija. Hablás demasiado. Él puso la bolsa de papel rojo sobre la cama, ella volcó todo. Los dedos mágicos se encargaron.
Una corbata acarició sus tobillos y un pañuelo las muñecas. Se fueron los rápido y con orden. Con las alhajas, un gamulán y la guitarra comprada a Grela. ¿Te llevás la guitarra? Sí. Ah, y los 2.000 que ella ignoraba tenía su hija en un bolso. Eso no nombró el portador del bolso y del aparatito para medir el gas.
El flaco del vaso de agua, volteó la cabeza…otra vez no le abras la puerta a nadie….
Se quedaron abrazados. Juan con los ojos llenos de lágrimas y el corazón que le salía del pecho y ella, ella, como si no hubiera pasado nada.

domingo, 4 de octubre de 2009

4 DE OCTUBRE DE 2009 ¡QUÉ PENA!

Cántame tu verdad

Sembraste libertad

Está creciendo la flor

que tu canto regó.

Canto por la razón

que me dejó tu voz

porque tu mano legó

semillas de libertad."
Fue una tardecita primaveral y enfrente de mi casa, en el Parque, un grupo mediano de gente con niños y perros, se iban sentando de a poco, formando una rueda. Y llegaron los cantores y el coche policial con su luz encendida. Los cantores cantaban, los demás, en principio en silencio, arrobados. Mas luego, el fervor in crescendo y los puños en alto. Levanté mi mano izquierda llevada por la emoción, mis hijos pequeños y yo, la oímos por primera vez. La seguí oyendo durante muchos años.
Seguirá su voz, su canto, su cadencia al moverse en el escenario, su pañuelo revoleando en mi retina.
Gracias, Mercedes Sosa. Gracias, negra

sábado, 3 de octubre de 2009

DEL BING BANG AL "CAOS" DE JUGUETE

"A todo lo que los medios llaman "caos" antiguamente se lo llamaba desorden, confusión, trastorno, revoltijo, embrollo, desconcierto. Incluso más popularmente se decía batifondo, quilombo, despelote. Sobraban y sobran las palabras que definen una situación de alboroto. Ahora es caos.
Hay caos de todos tamaños. Caos vehicular, para entrar a un estadio, para conseguir una entrada a un festival, por una protesta de vecinos, porque llueve o cae granizo, por recibir a un personaje famoso, caos político, caos estudiantil. Extrañamente esa palabra - caos - antes de caer en poder de los medios argentinos tuvo un origen distinto: significó, abismo, espacio tenebroso antes de que naciera el orden del mundo. El génesis dice: La tierra estaba desierta y vacía; había tinieblas sobre la faz del abismo".
Ya no: hay amontonamiento de autos, amontonamiento de rehenes, amontonamiento de protestas y de piquetes. Sin la gratuidad de esa palabra nigún movilero o cronista de exteriores sería capaz hoy de describir hechos donde hubiera movimiento, acción, enfrentamientos, gritos y grupos alterados o revoltosos.
Digamos que aquel mítico Big Bang debió ser un caos de "ésos" bien grandotes.
Imagínense el espacio entrecruzado de estrellas, planetas y satélites, y quartz explotando unos contra otros y echando fuegos siderales y cósmicos. Y aunque menos que el Bing Bang los terremotos son un caos. Y más contemporáneos fueron caos el tsunami o el bombardeo de Bagdad si uno estaba allá abajo.
No se sabe exactamente cuándo empezó aquí ni siquiera quién fue el precursor de su uso indiscriminado. De su banalidad urbana y rezongona.
Tampoco se sabe cóm han llegado a ser "caos" el amontonamiento de autos en un peaje o un apretujamiento de pasajeros en un aeropuerto de vuelos suspendidos por la niebla. Hay caos tan chiquitos como el de la cola ante una oficina pública cuyo empleado se fue a merendar. Durante estos días el caos se ha naturalizado argentino.
Los medios se han apropiado. Hay que tener cuidado con el abuso. Porque de pronto la palabra, en venganza por haber sido manoseada, decide demostrarnos que no es un juego. Y cansada de ser pronunciada en vano estalla en caos verdadero.
Y no quedan ni una palabra en letras grandes en la pantalla ni el énfasis vocal de quienes anuncian en las noticias el caos. Mientras al pronunciarla se desvanece el hilo de voz del último movilero."
ORLANDO BARONE
escritor - periodista
30 de setiembre de 2009