viernes, 4 de diciembre de 2009


LAS LINAS Y SUS AVATARES

Se conocieron en un hotelito de Constitución. Las dos habían llegado de lejos al escape de todo. Del viento, el agua, el frío, el miedo, la tristeza del hambre.
La Catalina dejó el caserío chiquito de la provincia de Buenos Aires, allá donde los árboles se doblan haciendo reverencias, chiquito como los alfileres de las camisas bien dobladas en las tiendas finas del pueblo. La Adelina bajaba del Chaco, de una casilla metida entre maderas, follaje y tierra. A las dos les había dolido la partida. A las dos el miedo al ruido les teñía de blanco el color de la tez lustrosa ya comenzada a ajarse Y ambas, solitas como la última flor del florero de los cementerios, se encontraron en la puerta del baño en común, con la toalla y el jabón en la mano. Jabón de olor. Se midieron con una sonrisa de decidirse sí o no.
Durante días no volvieron a encontrarse. Hasta cuando la Adelina notó que la otra no salía de su pieza por varios días.
La chaqueña, que la había adoptado como suya, sin haber mediado entre ellas más que los saludos, recorrió con cautela la planta baja y sin preguntas, el corredor del primer piso. Como al cuarto día la vio salir muy temprano y la apalabró en la puerta
Caminaron cuadras con un hola primero, esquivando gente, bultos, coches. De a poco se instaló un diálogo entrecortado y sentadas en la plaza fueron descubriendo lo que traían en el alma, y con sorpresa que a las dos las llamaban Lina, por Catalina y Adelina. Soltaron juntas una risa muy amplia, prometieron amistad, promesa y proyectos juntas.
De ahí en más se contaron cuanto eran ellas. Sus cortas vidas anteriores, sus penas, los dolores, las familias y el por qué de animarse a la ciudad”….Dicen que diosito atiende acá…” “…Si te va mal, volvete…” “te quiero, pero al chico dejalo con la mama…”
¿Para qué habían venido? ¿Para qué iba a ser sino para ganar plata y mandarla para allá? Allá, “donde el diablo perdía el poncho”.
La Lina, la Catalina, una noche llegó a contarle a la Lina, la Adelina, que había conocido a un gringo simpático, querendón, parecido al papi, que le conseguiría un trabajo mejor que ése de limpiar tantas horas sin descanso, sin horario, ni comida. No sabía aún dónde, pero sí que era cama adentro, con casa, comida y era gente muy considerada, cosa que a la chaqueña le dio un poco de celos.
La mañana en que se despidieron, la Catalina lo hizo contenta, con la esperanza, ésa “que nunca se pierde”, decía la abuela.
La Adelina se quedó con el renovado dolor de otra despedida y su soledad.

Aún sigue la chaqueña dale que dale, encuentra y deja casas para limpiar porque en ninguna conforma. Cuesta mucho que la acepten. Es feíta, patas cortas, aunque limpia y honesta. Pero esto parece no importar.

Ya van cinco años con esta historia de juntar la ropa en la valija y empezar en otra casa, nuevos patrones, otros dueños. No se integra o no la integran.
Hoy tiene la tarde libre, toca el timbre, le echa un vistazo al jardín con montones de flores y en la espera de que la atiendan ruega porque la tomen, así podría regar esas margaritas y esos jazmines de olor.
Lina, la Adelina, espera, se le hace larga, como el camino al pueblo al .que insiste en no volver. Se está yendo. Se abre la puerta y un hombre rubión con una valija en la mano le dice que espere, que su señora baja a atenderla pronto. ¿Viene por el aviso?
La Lina, cansada, vencida por tanto, asiente con la cabeza.
¿Sabe?, dice el hombre de la valija en mano, con el otro embarazo no estuvo tan pesada. Ya la atiende, entre.
Las Linas se unieron en un abrazo interminable, después que la Lina dejara su valija de cartón en el piso.

2 comentarios:

  1. Sonia querida, ¡Que cuento tan bonito, con ese final que alegra el corazón!
    Hacia un tiempo que no te leía, me alegra poder volver a estar entre mis amigas nuevamente, he tenido una recaída que fue casi peor que la primera, pero aquí estoy otra vez, (no me quisieron todavía).

    Besotes
    María Rosa

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  2. Te queremos acá. Con todo tu caudal de amor que tenés incorporado en cada célula, en cada gesto.
    TE QUEREMOS ACÁ.
    UN ABRAZO
    Sonia

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